El efecto Navidad

Cruzo la calle Almagro hacia Zurbano, estoy últimando los preparativos de la cena que daré en casa esta semana. Mis amigos se aseguran de que haya comida, desde que veo ‘MasterChef’ me ha dado por hacer de todo y no comer de nada.

Mi vorágine hace que tenga un jurado imaginario imponiéndome los tiempos y cuando tendría que decir ¡Sí chef! al desastre aún le quedan puntos que sumar. Lo que no se me escapa nunca es el postre. Básicamente porque no lo hago yo, el secreto de que siempre triunfe. Pastelería Ascaso es mi particular cuento con final feliz. Porque aunque la cosa se ponga cruda lo importante es como acaben las cosas.

Madrid está imposible en estas fechas y llegar puntual a los sitios no es un símbolo de educación sino de verdadera superación. En unos días tengo una comida con los compañeros de trabajo y cada uno lleva una cosa. Es en plan informal pero en este mundo en el que me muevo, todos leen los tips para triunfar. Ojean revistas y en las búsquedas del ordenador hay un afán culinario desmesurado. Es que tuvimos una entrevista a Samantha Vallejo-Nagera hace poco, espeta una.

Busco en Google información sobre Nieves Álvarez, acaba de de asistir a la gran fiesta de Bvlgari en la Embajada de Italia y lo primero que me sale por la N es ‘Nueve tips para sorprender en tus cenas de Navidad’. Me empiezo a mosquear porque parece que la mayoría quiere entrar en el selecto club de ‘gente que cocina como lo haría Sergi Arola’ . Les sorprende mi tranquilidad, porque por todos es conocido que yo, al igual que Sarah Jessica Parker, el horno me gustaría utilizarlo para almacenar todos esos jerséis que nunca me pongo.

¿Tú qué vas a llevar? ¿Yo? Lo que recordaras seguro todo el año. La cosa se complica y la tensión aumenta. Imaginad esa redacción si ya de por sí es una olla a presión. He decidido dejar el coche en casa, veo que es la opción más acertada y aunque llevo unos tacones más propios de red carpet no veo inconveniente en pasear por Madrid. Son las ocho de la tarde y me distraigo mirando unos escaparates llenos de muñecos que se mueven mientras suena un villancico a todo lo que da de sí. Posiblemente supere los decibelios permitidos pero hace juego con las luces de la vecina, seguramente también fuera de la ley. Cojo un taxi y llego a la Pastelería Ascaso.

Mis tacones aún estaban preparados para seguir pero yo no quiero dejar huella de mi plan. Compro varios turrones, no son los típicos de siempre pero sí los que tenía en mente. De Cádiz, Trufado frutas del bosque, Limón crujiente de almendras … no veo fin. ZARA nos salva pero con Armani subimos al cielo. Viene a ser algo parecido. Salgo y sorteo niños con panderetas, madres que agotan los paraguas para recoger caramelos en la cabalgata… me detengo en un tiovivo.

Por más vueltas que dé la vida siempre nos gusta lo único, lo especial, lo diferente. Yo conseguí triunfar esa noche y vi cómo días más tarde se agolpaban en el mostrador pidiendo el mejor turrón. Pastelería Ascaso es mi plan perfecto, cuando se trata de causa y efecto.

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