Dicen que febrero es el mes del amor. Se despierta el instinto más dulce culinariamente hablando, amamos por encima de nuestras posibilidades y soñamos con la Alta Costura. ¿El nexo de unión? Una de las ciudades más bellas del mundo, París.
En ella hay mucho de estas tres cosas. Todo el mundo sabe que la capital francesa destila romanticismo por cualquiera de sus rincones y que para dulce, sus macarons. Era el postre por excelencia de la realeza francesa y estaba presente en cada evento que los Reyes organizaban para agasajar a sus invitados. Esta moda se contagió al resto del mundo y la industria, la de la moda, lo ha adquirido como el ‘lamín’ fetiche por su elegancia y estilo.
Son delicados y requieren mucha precisión al hacerlos, estamos sin duda ante el fiel reflejo de la Alta Costura. Su aspecto frágil y delicado, aunque fuerte en el recuerdo, bien se podría comparar con alguno de los vestidos con los que Karl Lagerfeld nos ha sorprendido hace apenas unos días, en el que muchos han visto clara inspiración española. Espejos que tridimensionaban el temblor de las plumas, faldas que bailaban al son de cada movimiento o pailletes que marcaban que la fiesta estaba dentro del Gran Palais, lugar elegido por Chanel para una colección basada en la reinterpretación de los años 40.
No sabemos si el Kaiser lo celebró con macarons aunque sólo fuese por contrastar su black and white, pero estoy segura que París, en estos días del frío invierno, se ha llenado de color. Las modelos han lucido en el street style sus camisetas reivindicativas de Dior y las influencers han caído en la tentación de un dulce macaron.
Es una de las cosas que más echaba de menos cuando volvía de la capital del Sena. Era casi receta semi secreta pero el ‘postre de la moda’ se ha convertido en bien universal. La inspiración reinventada es lo que aporta continuidad al arte y ahora puedo pasear por el barrio más parisino de Madrid sin sentir una dulce nostalgia. Los compro en Ascaso, en la Calle Zurbano, 25. Para los más buy now pueden comprar on line sin esperar, en su renovada página web donde, al igual que los desfiles (véase la nueva colección de H&M Studio), lo ves y lo compras.
Probablemente sean los más auténticos del mercado, puesto que su reducción de color implica colorantes naturales, realizados con pigmentos procedentes de la cúrcuma, el chocolate, la remolacha, el limón… Se presentan en una caja fucsia con solapa transparente, como cualquier vestido aparente, apostando por las tendencias del packaging «honesto», consecuencia del creciente interés por conocer los procesos de producción y el origen de lo que se consume. Naturales hasta en la esencia. Y no sólo eso, son perfectos para declarar amor incondicional en San Valentín (me han contado que en unos días los habrá en sus pastelerías con forma de corazón). Habrá que llamar a Karl, porque la próxima temporada, el postre se queda en casa.
Foto desfiles: Jara